Diario de viajeros, Vero y Nacho: «Piratas del Caribe».
A principios del siglo XVI, el intercambio comercial de Guatemala con su metrópoli España se estableció a través del entonces llamado Golfo Dulce. Luego de varios ataques piratas (ingleses, claro) a los barcos que transportaban las riquezas hacia Europa,se decidió la construcción de un Castillo que resultara una fortaleza, con doce soldados y doce piezas
A principios del siglo XVI, el intercambio comercial de Guatemala con su metrópoli España se estableció a través del entonces llamado Golfo Dulce. Luego de varios ataques piratas (ingleses, claro) a los barcos que transportaban las riquezas hacia Europa,se decidió la construcción de un Castillo que resultara una fortaleza, con doce soldados y doce piezas de artillería. Esto fue en el año 1595 y se la bautizó Castillo de San Felipe, en honor al rey de la Corona. Conforme pasaron los años, los ataques se profundizaron y ello consideró llevar adelante constantes reconstrucciones, pero manteniendo siempre la idea original. Hoy, a más de 500 años de aquellas historias, el edificio puede visitarse.
También pensé en cómo se siguen llevando las riquezas pero el insaciable del norte y qué necesario resulta que surja otro fuerte, como para defender también un poco lo nuestro.
Livingston: el pueblo negro
Para llegar a Livingston tuvimos que tomar una seguidilla de bondis y luego una lancha, ya que no tiene acceso posible por tierra. No es una isla, pero es un pueblo que está emplazado en medio de la selva guatemalteca. La particularidad de Livingston es que sus habitantes son negros, sólo algunos hablan español, y pertenecen a una comunidad llamada Garífuna.
El idioma garífuna surgió en la isla de San Vicente hace más de seis siglos. En la actualidad se conforma de un 45% de palabras araguaca, un 23% kallinau, 15%francés, 10% inglés y 5% lo constituye el vocablo técnico de español. Resulta gracioso escucharlos hablar en su dialecto: pronto te sorprendes con palabras como computadora o internet, que no tienen traducción a su lengua.
Nosotros nos establecimos en un castillo israelí, y ahí pasamos tres noches bien raras, cerca del mar caribe y rodeados de animales, como cerdos, gallinas, chupé (algo así como un gallo pero más grande), iguanas y tortugas de agua salvajes. A estas últimas las descubrimos mirando el arroyo que pasaba por el patio del castillo. (Creo que aquí debo un paréntesis, porque menciono que paramos en un castillo como si fuese algo de todos los días o como si fuese una posibilidad cotidiana y no, entiendo que es una locura. Era un castillo relativamente nuevo, tenía 20 años. Lo construyó, naturalmente, un israelita y era el hospedaje más barato del lugar; menos de 10 dólares por día por los dos).

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