8 DE MARZO: DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA.
Para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, compartimos las palabras y el mensaje de la Lic. Agustina Pilegi, Psicóloga de la Unidad Sanitaria.
En este día se conmemoran las largas luchas que nos anteceden para acceder a nuestros derechos. Con los años se va tomando más conciencia de lo que esta fecha significa; actualmente las organizaciones al respecto solicitan: “No nos regalen bombones, ni flores: súmense a nuestra lucha”.
Existen estereotipos de género; son construcciones que atraviesan las relaciones sociales y traducen normas y valores sobre las diferencias sexuales. Es una forma de ejercicio de poder, porque asigna roles y espacios diferenciados jerárquicamente. Los movimientos feministas no proclaman la superioridad de la mujer en relación al hombre, sino la igualdad de derechos. En otro plano, el biológico, por ejemplo, las diferencias son innegables. Y aquí es donde surge a veces la confusión; porque el problema no es la diferencia (todos somos diferentes, y eso es algo que la psicología defiende) el problema es cuando la diferencia se convierte en desigualdad.
Mencioné los estereotipos de género, que dan lugar a distintos tipos de violencia; es lo que la sociedad supone/juzga (erróneamente, claro está) que debe hacer un hombre o una mujer para ser considerados tales. Del lado de lo masculino, se considera que el hombre pertenece al espacio público, y a la mujer al doméstico. Respecto a las características, el hombre sería dueño de su casa y familia. Esto es gravísimo y conlleva un riesgo; aún hay hombres que creen que “su” mujer e hijos son objetos (no sujetos), que son su propiedad y pueden hacer con ellos los que les venga en gana. Se le atribuyen las características de virilidad, caballerosidad, superioridad, fortaleza, audacia y no demostración de afectos. Es importante para tener en cuenta también en la educación de nuestros niños. Es lamentablemente habitual escuchar en los niños que ante algún miedo, o angustia (expresada mediante el llanto), sus padres (y aquí incluyo también a la madre) les dicen: “hacete hombre”, “los hombres no lloran”, cuando no: “no seas maricón”. Respecto al estereotipo femenino, se le atribuye a la mujer las características de: responsabilidad, ser buena esposa, ama de casa, buena madre. Se le exige a la mujer docilidad, silencio, complacencia y afectividad. Vivimos con mandatos sociales que nos han hecho creer que ser mujer es ser madre. Esto no solo tiene consecuencias negativas en aquellas mujeres que no pueden tener hijos o deciden no hacerlo, sino también en las madres que no saben en qué más puede consistir ser mujer, más allá de la maternidad. Y finalmente, tiene consecuencias psíquicas en estos niños, que quedan “pegoteados” a estas madres que no les sacan la mirada de encima. Seguramente con la mejor intención, porque les enseñaron que eso está bien, y les prohibieron tener aspiraciones o deseos propios; arrastran mandatos que les hacen sentir culpa cuando depositan su energía en otras actividades (artísticas, profesionales, recreativas, etc) que no tienen que ver con el hogar, el marido o el cuidado de los niños.
Crecí en un pueblo de Río Negro. En una de sus escuelas la bandera no podía ser llevada por una mujer. Si una alumna quedaba embarazada, era expulsada. Algunas de ellas, para cursar el último año allí, pero sobre todo para no ser juzgadas por ciertas miradas, usaban fajas para ocultar su vientre. Este símbolo de vida, aquí se volvía fuente de estigmas. Esto pasaba hace unos pocos años, no cien.
No obstante en este pueblo, con nombre masculino (Nicanor Olivera) y “apodo” femenino (La Dulce) varias Instituciones son dirigidas por mujeres. El año pasado realizamos para esta fecha un festejo que se prolongó debido a la cantidad de mujeres locales que sentimos merecían un homenaje; mujeres que por algo se habían destacado. También el año pasado muchas mujeres de la localidad terminaron el Secundario de adultos. Hay una “mujer policía” que se ha capacitado en la temática de violencia de género para hacer mejor su trabajo y tomar las denuncias al respecto.
Es decir, estamos en movimiento. Pero queda mucho por hacer; acostumbrados de depositar la responsabilidad afuera, olvidamos mirarnos, repensarnos. Cuando hablamos de estereotipos, prejuicios, mandatos, machismo; cabe aclarar que no son necesariamente patrimonio del hombre. Las mujeres también hemos sido marcadas por esto. Hay un debate que nos debemos como sociedad; porque muchas trabas están en nosotros; si no las hacemos conscientes es difícil exigir lo que corresponde, porque se naturaliza y se invisibiliza la desigualdad. Este humilde escrito es una invitación a revisar esos prejuicios que están en nosotros y obturan avanzar en esta lucha.
Lic. en Psicología Agustina Pilegi; Unidad Sanitaria La Dulce.
Para ver los comentarios en Facebook, hacer clic aquí.
















Deja una respuesta